La llamada Cuarta Revolución Industrial y la Revolución de los Datos se está desarrollando de modo tan rápido como invasivo. Es necesario llamar la atención sobre esta nueva realidad por el riesgo que implica carecer de una meditada calibración de sus efectos.
La vida actual trae aparejada para las personas un gran dilema en torno a su privacidad y su derecho a decidir. La tecnología aparece como un elemento con grandes potencialidades benéficas. Pero como en tantos otros casos, nada es bueno en sí mismo sino en función de usos y fines. El presente artículo aporta algunas inquietudes respecto al derecho de las personas a decidir sobre la información que les pertenece, y respecto a la responsabilidad de las organizaciones que manejan sus datos, de velar por su uso en torno a criterios éticos que acrediten su confianza.
Vivimos en medio de una avalancha en lo que refiere al surgimiento de nuevas tecnologías, redes sociales y aplicaciones, que conjuntamente con la robótica se afirma incluso pondrán en jaque a muchos de los oficios y ocupaciones que hoy conocemos.
La llamada Cuarta Revolución Industrial y la Revolución de los Datos se está desarrollando de modo tan rápido como invasivo, sorprendiendo y desestabilizando las formas conocidas de ser y de hacer. De los avances tecnológicos depende buena parte de nuestra calidad de vida. No obstante, también de ellos dependen muchos de los problemas que hoy enfrentamos, por ejemplo, en materia de seguridad informática y de cuidado de la privacidad.
Es necesario llamar la atención sobre esta nueva realidad por el riesgo que implica carecer de una meditada calibración de sus efectos, siendo ésta una reflexión que a nivel internacional se reclama y se reconoce como escasa aún. Hace falta pensar más sobre las implicancias tecnológicas, políticas, sociales, de seguridad, éticas. El mercado de la información se está desarrollando a un ritmo difícil de seguir. La velocidad de los cambios está atropellando la velocidad de adaptación y la velocidad de reflexión, la cual es ineludible y necesaria.
Lo ideal sería ir por el camino del medio y que la sociedad toda fuera logrando las aperturas necesarias para recibir nuevas alternativas de servicios o respaldos con alto componente tecnológico, trabajando como corresponde en las regulaciones que permitan transitar a una transición ordenada hacia esas nuevas formas de interacción.
En este contexto a nivel local e internacional están surgiendo voces de expertos que plantean la necesidad de reflexionar sobre el alcance del manejo de datos que permite el Big Data y la Inteligencia Analítica.
Tonto sería cuestionar los enormes beneficios y posibilidades que reporta la accesibilidad a inmensos volúmenes de datos, por ejemplo, tal como señalan los que estudian el tema, para descubrir patrones de interacción entre diversos fenómenos y así, poder anticiparse a generar soluciones a posibles problemas o bien simplemente a proponer mejoras. Los campos de aplicación parecen ser infinitos, y los expertos coinciden en que esta revolución de los datos que estamos viviendo, tendrá en el futuro de las sociedades un papel fundamental.
De la mano de lo antes dicho, merced a la enorme cantidad de datos circulantes, esta nueva realidad presenta dos grandes vertientes de desafíos: a) en materia de ciberseguridad, pues a ese respecto los problemas están a la orden del día y requieren de acciones de protección a todo nivel: usuarios individuales, grandes corporaciones, el Estado, la cooperación internacional b) en materia de la responsabilidad moral y ética en el manejo de los datos. La intención de estas reflexiones, que se están dando a nivel mundial, apuntan a procurar los escenarios de seguridad que hagan compatible el manejo de datos con la protección de los derechos de los ciudadanos.
El avance tecnológico llegó para quedarse, y de hecho nos encontramos ante una situación donde la tecnología permite hacer muchas cosas y las hace antes de que sepamos medir o manejar sus consecuencias y antes de que contemos con los mecanismos de regulación adecuados a estas nuevas realidades.
Las decisiones que más impactan sobre la vida de las personas, como las que tienen que ver con el manejo de datos sobre ellas, deberían ser las que más son sometidas a un análisis ético y a estudios regulatorios. De ahí la importancia de actuar para prevenir efectos no deseados en el marco de la rapidez con que todos estos adelantos y cambios tecnológicos nos sorprenden.
Existen distintos planos para abordar estas cuestiones: tecnológico, legal y ético. En el primero se estudia lo que técnicamente es posible hacer. En el segundo, lo que las normas permiten: las leyes no siempre han logrado acompasar realidades que de hecho, se han impuesto antes de que existiera legislación sobre ellas. El tercero, plantea lo que se debe desde la búsqueda del bien. Respecto a esos diversos planos, es claro que 1) no todo lo que se puede hacer debe hacerse 2) la ley y la ética no siempre van de la mano y 3) la reflexión ética invita a ir más allá y preguntarse de qué forma tal o cual cosa enaltece la realización de un ser humano en términos de su autonomía, su libertad, su capacidad de vivir en una comunidad en el marco del bien común y sin ver perjudicado su estado de bienestar.
Tomar estas reflexiones como marco orientador contribuye, en materia de manejo de datos, a pensar sobre la propiedad de los datos que son objeto del Big Data y su manejo. Esto refiere a un tema ético clave que es el del respeto al derecho de autonomía de las personas, esto es, el derecho que cada uno tiene a decidir sobre aquellos aspectos que tienen consecuencias sobre su vida.
Para que una decisión sea considerada autónoma debe ser tomada en libertad (esto es, sin ningún tipo de presión o coerción) y merced al acceso a información adecuada para la toma de esa decisión. Por información adecuada entendemos aquella que cumple con una triple condición: 1) debe ser veraz 2) debe ser suficiente 3) debe ser adecuadamente comprendida.
En este punto surgen una serie de cuestiones respecto a:
- La información suficiente que debería ofrecerse a las personas que dan el consentimiento para que otros usen sus datos, en relación a quiénes manipularán esos datos, para qué fines y por cuánto tiempo.
- Cómo deberían asegurarse las empresas que solicitan autorización sobre esos datos, que el destino y los usos que se daría a los mismos fueron efectivamente comprendidos por el autorizante.
- La existencia de la opción de revocación de las decisiones, esto es, el derecho de los sujetos que autorizan a usar sus datos, a arrepentirse de haber otorgado permisos.
- La validez de los consentimientos, pues en tanto el aportante de datos no tenga certeza de los usos que se dará a la información aportada, difícilmente podrá decidir sobre la conveniencia de aceptar las consecuencias que sobre sí tenga el uso de esa información. Al no contarse con información suficiente, el consentimiento, desde el punto de vista ético, dejaría de ser válido.
- La certeza que puede tener una persona aportante de datos, respecto a los criterios éticos que aplicarán quienes efectivamente harán uso de aquellos.
La posibilidad de la invasión de la privacidad existe, y todos los involucrados en esta nueva realidad debemos estar alertas al respecto: las personas, porque están exponiendo su vida, y las empresas, porque tienen responsabilidad por el uso de los datos (sobre ellos recae la obligación ética de no dañar) y por el cuidado de los sujetos que los aportan cuando dejan el recorrido informático de sus intereses, preferencias, interacciones, compras de ropa, comida, medicamentos, etc. y hasta de su localización física.
Valores y principios éticos están en juego: el valor de la persona humana tomada como fin y no como medio; el principio de autonomía que refiere al derecho de las personas de decidir sobre las decisiones que les afectan; el principio de beneficencia, que refiere al derecho de las personas a no ver mancillado su bienestar y el principio de justicia, que refiere al bien común y a la igualdad de oportunidades.
Son necesarios procesos de control para asegurar el respeto por la dignidad y autonomía de las personas, en lo que hace a disponer fehacientemente de la información que les pertenece. Está en juego dilucidar si son otros organismos los que deciden qué es lo bueno para las personas, cuando las personas autónomas pueden decidirlo por sí. Está en juego la igualdad de oportunidades, pues las personas están cada vez más expuestas a la apertura de sus datos personales, sin que por otro lado, puedan tener acceso a saber con certeza quién o quienes utilizarán sus datos, y a qué procesamiento serán sometidos y para qué exactos objetivos.
En todos los ámbitos donde se tratan estas cuestiones se admite que la privacidad es uno de los aspectos más vulnerables a cuidar. El mundo de la información impone a los usuarios moverse bajo la consigna de la confianza. Importa reflexionar sobre las implicancias y condiciones éticas en función de las cuales cabría depositarla.-