Los cambios que el desarrollo tecnológico imprime al manejo de la información, llaman a plantear preguntas por los aspectos éticos involucrados.
Vivimos en medio de una eclosión de nuevas tecnologías, redes sociales y aplicaciones. La llamada Cuarta Revolución Industrial se está desarrollando de modo tan rápido como invasivo, sorprendiendo y quebrando las formas conocidas de ser y de hacer, generando nuevas dilemas a resolver, alguno de los cuales, recientemente y referido a los excesos o límites en el manejo de información ha cobrado relevancia.
Que históricamente las revoluciones tecnológicas hayan tenido costos sociales e impactos desiguales, es quizá uno de los argumentos de aprendizaje que debería estimularnos a procurar prever alternativas para de alguna forma intentar amortiguar posibles efectos negativos en caso de que los hubiera.
Ideal sería que la sociedad fuera logrando las aperturas necesarias para recibir nuevas alternativas de servicios e interacción con alto componente tecnológico, trabajando como corresponde en las regulaciones que permitan una transición ordenada hacia esas nuevas formas de relacionamiento, en diversos ámbitos de la vida social.
En materia de información, sin duda muchos son los beneficios y posibilidades que reporta manejar inmensos volúmenes de datos para descubrir patrones de interacción entre diversos fenómenos, con los cuales poder anticiparse a generar soluciones a problemas o simplemente a proponer mejoras. Los campos de aplicación además, son infinitos.
A la vez que las posibilidades de manejo de información que posibilita la tecnología están desarrollándose a un ritmo difícil de seguir, surgen voces y circunstancias que alertan respecto a la necesidad de reflexionar sobre el alcance ético del manejo de datos que permite el Big Data y la Inteligencia Analítica.
Existen distintos planos para abordar estas cuestiones. Uno es el plano de lo que la tecnología permite: el plano de lo que técnicamente es posible hacer. Otro, es el de lo que las normas permiten: las leyes no siempre han logrado acompasar realidades que de hecho, se han impuesto antes de que existiera legislación sobre ellas. Un tercer plano, es el de lo que se debe hacer, el de la ética. Y en este punto, es claro que 1) no todo lo que se puede hacer debe hacerse 2) la ley y la ética no siempre van de la mano y 3) la reflexión ética invita a ir más allá y preguntarse de qué forma tal o cual cosa enaltece la realización de un ser humano en términos de su autonomía, su libertad, su capacidad de vivir en una comunidad en el marco del bien común y sin ver perjudicado su estado de bienestar.
Lejos de agotar el tema, pretendemos que estas breves reflexiones sirvan para despertar preguntas respecto a cuáles son, en cada circunstancia, las formas más respetuosas de las posibilidades de realización y desarrollo individual, social y económico, entendiendo que unos no pueden comprenderse aislados de los otros.-