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LIDECO 35 / 25 de agosto de 1825 - Declaratoria de la Independencia


Celebramos este jueves una importante fecha patria, en función de lo cual consideramos oportuno retrotraernos al contexto hispanoamericano de la época,  preámbulo y parte del proceso emancipatorio y el surgimiento del Uruguay.  

Siempre es oportuno detenernos a dimensionar el valor de los hechos históricos que conmemoramos.

Las raíces de la nacionalidad oriental

"La crisis de autoridad que siguió a la caída de los virreyes y los capitanes generales, desató el auge de las tendencias regionalistas, que resistieron por la fuerza los mandatos de las capitales, pretendidas herederas del poder español. Ese fenómeno se dio en toda Hispanoamérica y adquirió mayor fuerza según la importancia y ubicacion de las regiones. La Banda Oriental estaba destinada a ser protagonista principal de esos movimientos. Separada de las otras provincias rioplatenses por los ríos Uruguay y de la Plata, y de Brasil por la tensión secular hispano - lusitana, su población había nacido bajo el sello de la libertad. Los primeros colonizadores, que llegaron tras el ganado, desarraigados de sus lugares de origen, practicaron un poblamiento singular, espontáneo y ambulante, creando un tipo de vida, el gauchesco, que dio una fisonomía especial a la campaña oriental. Sin vinculaciones estables con la tierra, con hábitos arraigados de lucha y nomadismo, reacios a toda autoridad, salvo la de los caudillos surgidos de su seno o aceptados por su dotes singulares, los gauchos desarrollaron sin embargo una especia de patriotismo instintivo, basado en una solidaridad primaria, compatible con su individualismo y centrada en la defensa de la libertad y en el rechazo de todo elemento que se demostrara extraño a su ambiente y a sus modalidades.

En Montevideo, en muchos aspectos distinta a la campaña, habrían de surgir también, resistencias al centralismo y tendencias autonomistas. El largo conflicto comercial con Buenos Aires, agravado por los sucesos de 1808, crearía una rivalidad que, aunque centrada en los intereses directamente afectados, creaba una atmósfera especial que trascendía a todas las esferas y favorecía el localismo.

La revolución artiguista enriquecerá las tradiciones orientales y, al margen de su significado rioplatense, dará una forma más consistente y duradera al sentimiento localista.

El antiporteñismo, originado en la ciudad y en las tendencias libertarias propias de la vida rural, tuvo la oportunidad de la síntesis en la concepción ideológica que animó el programa artiguista. La experiencia de gobierno llevada a cabo en 1815, constituye un ensayo, el primero, de vida independiente, a pesar de que Artigas, oriental como era, pensaba ante todo en términos de unidad rioplatense.

La existencia política de la provincia, iniciada bajo tan excelentes auspicios, se cortó abruptamente ante la acción combinada de los enemigos. El ideal de la gran federación de pueblos rioplatenses, estaba más allá de las posibilidades del momento. Acosado por Buenos Aires y Portugal, Artigas tuvo ocasión amarga de comprobar la disolución de su Liga Federal, sustentada en una base caudillesca a la que solo una fuerte autoridad podía sujetar y encauzar en el difícil proceso de su formación. (....).. a pesar de la derrota, el ciclo artiguista marcó en forma imborrable el proceso oriental. Por encima del individualismo anárquico de la campaña, se creó una conciencia colectiva, basada en los sufrimientos comunes, en la sensación de injusticia repetida, en la experiencia del pueblo congregado en el Éxodo y en el Ayuí, en el acatamiento a un jefe reverenciado por todos al margen de las facciones, en el desarrollo de tradiciones cargadas de resonancias emocionales. (...) En la acentuación de las tensiones externas (antiespañolismo, antiporteñismo, antilusitanismo), quedó más afirmado el sentimiento de la orientalidad.

Derrotado Artigas y sometida la provincia al dominio lusitano, se abrió un paréntesis para la lucha. En la campaña, con sus principales caudillos prisioneros o retirados, quedaron latentes los recuerdos y las esperas; en pie todos sus problemas, que los portugueses no solucionaron, debía tomar un respiro y aguardar el llamado de sus jefes. En Montevideo se vivía la reacción antiartiguista y la búsqueda del orden, que se oponía a la llamada anarquía de los años pasados.

La experiencia lusitana no dio los resultados esperados. A pesar de los esfuerzos de los montevideanos, que intentaron obtener garantías para la autonomía oriental, el poder direccional de los conquistadores se hizo sentir sobre toda la sociedad, y sólo el grupo de los más obsecuentes sacó partido de la situación.

En 1822 y 1823 hubo un primer tímido intento, pero el ambiente no estaba aún maduro. En 1825, la situación interna y externa creó condiciones más favorables para el desarrollo de un movimiento de otra entidad. El descontento por la política  - ahora brasileña - se hacía sentir en la ciudad y en el campo; los factores emocionales de rechazo al extranjero podían descargarse nuevamente después de algunos años de obligada pero no resignada pausa. El clima americano después de Ayacucho era eufórico; las Provincias Unidas, eliminado ya el foco bélico del Alto Perú y conciliadas por el momento las diferencias con la reunión del Congreso Constituyente, estaban en condiciones de prestar más atención a la amenaza brasileña, situada sobre el Uruguay y el Río de la Plata.

La Revolución, planeada y organizada por los emigrados en Buenos Aires, contó con la buena voluntad bonaerense, pero debió dar una prueba de solvencia antes de obtener ayuda efectiva. Se le requería demostrar la eficacia de su dirección, el carácter de su orientación y el respaldo popular con que contaba. (...)

El desembarco de los Treinta y Tres Orientales, precedido de los trabajos preparatorios que aseguraban adhesiones en la campaña, significó el traslado de lo que sería el estado mayor de la Revolución. Por las circunstancias en que se produjo y por los contornos de leyenda con  que el tiempo lo rodeó posteriormente, habría de constituirse en un elemento significativo de la épica oriental, importante en los años en que la literatura y la imaginación popular darían formas al sentimiento nacionalista. Los primeros éxitos dieron prueba del volumen del movimiento y del eco que habían hallado en la población oriental. Otra vez con las armas en la mano los orientales darían una nueva prueba de ese sentir y esa voluntad colectiva que, en forma confusa y más allá de las complejidades de los dirigentes, se lanzaba a la lucha contra el usurpador y por la defensa de la libertad.

La Constitución del Gobierno Provisorio (14 de junio de 1825) y de la Sala de Representantes (20 de agosto de1825), así como su obra, mostrarían la orientación política del elenco gobernante. En las leyes del 25 de agosto se encuentran su primera y más solemne proclamación. La Ley de Independencia subrayaba la reasunción de la soberanía por parte de los orientales, así como la anulación de todos los actos de incorporación y todos los vínculos jurídicos creado anteriormente (Congreso Cisplatino y actas de los pueblos). Esta fórmula, dirigida contra el Rey de Portugal y el Emperador de Brasil, adquiría un carácter más amplio cuando la declaración de independencia se extendía a "cualquier otro poder del Universo". En uso de esa soberanía reasumida, la Sala de Representantes votó inmediatamente la Ley de Unión, que significaba el retorno a las Provincias Unidas, de las que la había separado la dominación portuguesa".

Tomado de: Traversoni, Alfredo. "La Independencia y el Estado Oriental. Historia Ilustrada de la Civilización Uruguaya, Tomo 2. Editores Reunidos/ ARCA, cita en pág 103 a 106.

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