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Julio Herrera y Obes 1413

Nº 06 / Intereses sí, arbitrariedad no


El objeto de Liga de Defensa Comercial, “es el de crear un órgano representativo del Comercio y de la Industria nacional...".

10  de febrero  de 2010

El objeto de Liga de Defensa Comercial, “es el de crear un órgano representativo del Comercio y de la Industria nacional, que, reuniendo y vinculando entre sí a todos los componentes de esas colectividades, contribuya a desarrollar el espíritu de solidaridad organizándose así para la defensa eficaz de los intereses colectivos, combatiendo el fraude, la deshonestidad y la ineptitud comercial, y velando por el progreso de las entidades que representa, para que su organización alcance el mayor grado de perfección, de influencia y representación que le corresponde como factor importante de la vida social y económica de la Nación”.

Así reza el contenido del Art. 2° de nuestros Estatutos, el cual de alguna forma da cuerpo y sustancia al fundamento de la actividad de LIDECO en su expresión concreta: los servicios de información comercial y el asesoramiento en materia comercial legal.

Encontrar las mejores formas de proteger el accionar de quienes emprenden negocios y dinamizan la economía del país está en la base de nuestro trabajo y de la infraestructura que desde casi 95 años se pone al servicio del empresariado.

Sin duda son muchos, diversos y no pocas veces encontrados, los intereses que se juegan en materia económica. Plantear la defensa de intereses colectivos, supone asumir una dimensión de trascendencia en la que está implícito el reconocimiento de la propia dignidad y de nuestros pares. Todos tenemos derecho a ser tratados con dignidad y respeto, y ninguna persona puede ser concebida sino como fin en sí mismo, y nunca como medio para alcanzar los fines de otros.

Cuando la semana pasada hablábamos de cómo el Premio Nóbel de Economía del 2009 concebía las instituciones sociales como formas capaces de organizar una convivencia consensuada, implícitamente estábamos planteando que toda interacción humana o social conlleva la necesidad de acuerdos y en tanto tales, siempre se fundamentan en una base antropológica y ética de lo que debe ser la convivencia social y sus objetivos.

Explicitar esas bases es una tarea que asume distintas expresiones en la vida cotidiana. Y distintas dimensiones: la individual, la corporativa, la social. El desafío de defender los intereses colectivos estriba precisamente en que esos tres niveles deben ser articulados, y ello no puede hacerse sin referencia a un marco ético ordenador que sistematice valores, principios y normas con respecto a los cuales contrastar la realidad y sopesar las consecuencias de bien o de no tan bien que puedan tener nuestros actos en el espacio y en el tiempo.

Apostar al bien común no significa anular la existencia de intereses diversos y/o contrapuestos, sino crear las herramientas que permitan dirimir las diferencias de intereses con base en criterios no arbitrarios. En otras palabras, con base en criterios que puedan ser fundamentados en forma racional y coherente. No es imposible conjugar los intereses particulares con los intereses comunes. Imponer los primeros a los segundos a toda costa, sólo sería posible admitiendo que hay quienes tienen derecho a satisfacer sus necesidades a costa de las de otros, lo cual es, a claras vistas, una premisa difícil de justificar y de sostener racionalmente.

En los albores de nuestro 95° Aniversario, rescatamos la necesidad de refrescar y reflexionar sobre la dimensión ética de la conducta humana, en su expresión concreta en la actividad comercial. Celebramos la existencia de intereses diversos. Ello enriquece y dinamiza la economía. Trabajamos para que las diferencias se diriman  con base en el mejor interés para todos. Lo del título: intereses sí, arbitrariedad no.-

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